Evon Filorrechina se cuadró ante la legionaria Aria Rechinacolmillos junto con los demás miembros de su escuadra. Un incómodo silencio flotaba en el aire entre él y su superiora.
—¿Por qué no has hecho lo que te ordené, soldado? —refunfuñó Rechinacolmillos—. Has entendido mis órdenes, ¿no? —Se acercó a Evon, hocico a hocico, hasta que respiraban el mismo aire.
El ambiente era sofocante. Evon levantó el morro aún más.
—Permiso para expresarme libremente, señora.
—Claro, por qué no. Por supuesto, di lo que piensas.
Evon se percató de cómo el resto de los miembros de su escuadra se iban alejando. Experimentó un sentimiento de superioridad; su retirada respondía a la cobardía. Aquello afianzaba aún más la creencia sobre la que había estado meditando durante días, desde que escuchó por primera vez las órdenes de su legionaria.
Evon había sido un buen soldado desde hacía veinte años. Había destacado en el fahrar y llamado la atención de los oficiales más prestigiosos de la Legión de Ceniza y, hasta ese mismo instante, nunca había puesto en duda ninguna orden. Eligió sus palabras detenidamente.
—No estoy seguro de si este enfoque tendrá el resultado que desea, legionaria.
—¿Que no estás seguro, dices? —Rechinacolmillos gruñó—. Bien, pues puedes estar tranquilo. Si no, mi espada vendrá a por ti. ¿Entiendes lo que estoy diciendo?
—Señora —dijo Evon intentándolo de nuevo, hablando rápidamente antes de que Rechinacolmillos pudiera golpearlo—, las gentes de Arco del León no responderán a las amenazas. Tienen que sentir que reciben algo a cambio de su inversión. No son estúpidos granjeros. Eran piratas, pero ahora son una comunidad. Valoran el comercio y la astucia. Su estrategia de intimidación es infundada. No es propia de la Ceniza. —Se quedó sin aliento y tuvo que respirar profundamente.
Rechinacolmillos alzó una de las comisuras de los labios, dejando ver un largo colmillo blanco.
—Van a pagar por la protección, o les haremos desear haberlo hecho. Fuera de mi vista antes de que cambie de idea sobre dejarte marchar con vida.
Las opciones se agolpaban en la mente de Evon y chocaban contra sus pensamientos. Tenía varias a su disposición, pero lo único que nunca entró en su mente fue la duda. Tomó su decisión sobre cómo proceder.
—No puedo permitirle seguir este camino. —Evon resopló por la nariz—. No le ayudaré a extorsionar a las gentes de Arco del León. Así no se establece un punto de apoyo aquí. —Mientras hablaba, la vena del cuello empezó a latirle con fuerza. Los brazos relajados a los lados, la mano tocando la empuñadura de su daga. Su percepción se expandió, su visión periférica se amplió.
Rechinacolmillos no fue capaz de dejar pasar el insulto sin un comentario. Con los dientes apretados, dijo:
—No me importa lo que pienses, trozo de sierpe. Acabas de renunciar a la escuadra, para siempre.
Con un impresionante barrido de su brazo, Rechinacolmillos desenfundó la espada de su vaina y la acercó a la cabeza de Evon.
Este fue más rápido.
Con paso ligero, se puso al alcance de su legionaria y bloqueó el golpe de la espada. Con la mano libre, se aferró a uno de los cuernos de Rechinacolmillos, tiró hacia abajo y dio un paso atrás, apoyando su propio peso en el movimiento. Acto seguido, hundió su daga en el cuello de Rechinacolmillos y la sacó de un tirón a lo largo del espinazo.
El sonido de la espada al chocar con el suelo de piedra sacó a la escuadra de Rechinacolmillos de la conmoción, quienes se apresuraron a apartar a Evon de su legionaria.
Evon dio un paso atrás y observó mientras bajaban a Rechinacolmillos al suelo, a sabiendas de que era demasiado tarde para salvarla. Esperó, mientras la sangre goteaba por la hoja de la daga que empuñaba.
Cuando finalmente los demás se volvieron hacia él, se mantuvo firme.
—Ahora soy legionario —dijo—. Haréis lo que os diga o, de lo contrario, os reuniréis con Rechinacolmillos en la Niebla. ¿Algo que objetar?
No asintieron todos los miembros de la escuadra, pero ninguno mostró reparos tampoco.
—Bien. Ofrecedle una pira honoraria esta noche. Mañana establecemos la Compañía de Comercio del León Negro como es debido.
La escuadra levantó el cuerpo sin vida de Rechinacolmillos y se lo llevó. Evon no se movió hasta que hubieron desaparecido y no eran capaces de presenciar su lento desplome por la pared hasta sentarse en el suelo. Se concentró en la respiración. Habría muerto si Rechinacolmillos no lo hubiera subestimado. Sin embargo, había valido la pena arriesgarse. La Compañía de Comercio del León Negro era suya.