En la MomoCon de este año, los miembros del equipo narrativo presidieron un panel en el que explicaron los fundamentos del diseño narrativo en Guild Wars 2. Con la colaboración del público, crearon un concepto básico para Vikki y su moa, Momo, a los que podéis conocer con mayor profundidad en los capítulos uno, dos, tres y cuatro de su historia.
En septiembre, hicimos un llamamiento a la comunidad en el Tumblr oficial de Guild Wars 2 pidiéndole a los jugadores que nos enviaran los perfiles de sus propios personajes. Iremos seleccionando personajes de jugadores reales en este y futuros episodios a medida que los necesitemos para desempeñar pequeños papeles en la historia. ¡Os agradecemos a todos la increíble respuesta que nos habéis dado!
Aparte de una manzana, no faltaba nada en mi bolsa cuando me desperté. Descubrí a la culpable de eso cuando pillé a Momo haciéndose la dormida junto al corazón a medio comer, pero estaba segura de que ella habría estado dormida cuando alguien rebuscó entre mi mochila. ¿A lo mejor estaba yo dormida? Puede que fuera una pesadilla que aún seguía en mi cabeza.
Aún no me sentía despejada del todo cuando dejé a Momo en el rancho de Mepi por el resto del día. “La examinaré detenidamente”, dijo Mepi. “¿Por qué no vas a estirar las piernas mientras tanto?”
No habría sido educado ni productivo decirle No, gracias, prefiero quedarme aquí y preocuparme, así que levanté las orejas e intenté parecer más animada. “¡Claro! ¿Qué me recomiendas?”
“El Manzanar de Eda está no muy lejos de aquí, y hay gente a la que le gusta ir a mirar la presa. Si no te importa caminar, por supuesto, también tienes la ciudad.”
No me importaba caminar. La gente que no es asura suele deambular por Rata Sum con ojos como platos, maravillándose con los cubos que flotan entre las nubes. Los hologramas y los gólems les deben de parecer pura magia a algunos de ellos. Pensé que Linde de la Divinidad sería tan pintoresca y rústica como Shaemoor.
En cuanto traspasé sus puertas, me di cuenta de que habían construido la ciudad humana para albergar a cientos de miles de personas, la mayoría de las cuales me sacaban como mínimo un metro de alto. En cada avenida podría caber una manada entera de moas puestos hombro con hombro y me entraron sudores fríos de pensar en los andamios que debieron de necesitar para construir tantas torres y arcos enormes sin usar tecnología de levitación.
Deambulé por las calles de piedra y al entrar en el primer recibidor que vi, ahogué un grito. Las paredes estaban hechas de cristal iluminado por dentro y había peces detrás de ellas nadando por ahí. Si me hubiera traído a Momo conmigo, se habría vuelto completamente loca. Era un lugar fresco y pacífico, y me habría quedado mucho más rato de no haber estado en medio del tráfico de peatones.
Más allá del recibidor del acuario había un jardín extenso. Setos esculpidos delineaban las aceras y pilares cubiertos de enredaderas florecidas se alzaban hasta un techo abovedado de cristal. Suspendido de ese techo había un enorme modelo planetario de metal bruñido. Su luna creciente mostraba una sonrisa y todo el artilugio chirriaba apaciblemente mientras rotaba. La tecnología asura puede ser impresionante, pero parecía que los humanos valoraban la belleza más que la funcionalidad.
Por desgracia, no me pareció el tipo de jardín en el que puedes acurrucarte y echarte una cabezadita. No había descansado muy bien, así que me apetecía mucho una taza de café fuerte.
Un sylvari con armadura azul y blanca se encontraba de pie cerca de mí, así que le pregunté dónde podía conseguir uno. Era enorme, pero tenía una cara amistosa. Mejor que eso, tenía sobre su hombro un animalito que le toqueteaba su nariz bigotuda. Al reírme, se escabulló dentro de la bolsa del sylvari.
Se presentó como Issandür. “La manera más fácil de recordar dónde estás”, me dijo, “es recordar los nombres de los seis dioses de los humanos. La ciudad está dividida entre ellos”.
“Melandru, Dwayna, Kormir, Lyssa, Grenth y… ¿Bathazar?”. Podía visualizarlos vagamente. Puede que al entrar pasara al lado de la estatua de Dwayna.
Sonrió. “Balthazar, y sí. Si buscas café, deberías probar en el Barrio de Ossa. Toma el Camino Alto de Grenth y después el camino que baja a mano izquierda.”
El Camino Alto de Grenth llegaba hasta las murallas de piedra de la ciudad. Hasta la puerta tengu era más pequeña. Me mareé; si algo así de grande se cayera hacia dentro, mataría a todos los que estuvieran debajo. Al final había otra estatua de un dios, un sacerdote humano y una mujer norn apoyándose en la pared… pero no quería acercarme más.
Me entró un escalofrío. Sería mucho mejor ver las vistas del resto de la ciudad, pero había cornisas altas a cada lado del camino. Salté para agarrarme al borde de una, metí los dedos de los pies entre los ladrillos y me aupé.
La ciudad se extendía como un enorme cañón, con casas de techo inclinado sobresaliendo como rocas debajo y calles abriéndose paso entre ellas como ríos y riachuelos. Cientos de pájaros blancos pasaron volando de un extremo a otro. ¿Les haría falta salir de una ciudad tan grande para conseguir comida o construir nidos? Tal vez pensasen que esto era el mundo entero.
Me senté y me abracé las piernas. La cornisa era lo bastante amplia como para no tener que preocuparme de caerme. Justo debajo de mí había humanos deambulando por un patio lleno de elaborados edificios de piedra y… Oh. Lápidas. ¿Enterraban a sus muertos dentro de la ciudad?
La mujer norn que antes se apoyaba contra la pared se acercó y apoyó su pie contra la cornisa. Para ella era del tamaño de un taburete escalera. “¿Qué hay en el cementerio?”
Tardé un momento en darme cuenta de que me hablaba a mí. “Oh, nada en particular.” Pensé que podía ser grosero mirar a gente visitando tumbas. “Tan solo me he parado a sentarme un rato.”
Estaba sentada bajo su sombra, lo que me dio otro escalofrío. Miré hacia arriba. Tenía una cara redonda y pecosa, con ojos de un azul intenso y pelo cobrizo en una trenza que de largo era unas tres veces mi altura. Su piel pálida estaba un poco roja por el viento y se abrigaba con pelaje negro y cuero.
Me miraba como un gato mirando a un bicho. De pronto, la cornisa ya no me parecía lo bastante amplia. Había oído que había bandidos humanos incluso en la ciudad, pero…
“Eh, disculpe.” Mis manos estaban asquerosas y sudorosas. Intenté disimular cuando me las limpié con los pantalones. “Es que… soy nueva aquí, y es todo tan grande que estoy algo nerviosa. ¿Puedo ayudarla?”
Se sentó a mi lado y me sonrió. “Creo que sí.”
Me relajé y sonreí también. Oh, solo quería charlar. Me pregunté si resultaba igual de complicado ser tan alta en Linde de la Divinidad como lo era ser tan pequeña como yo. Abrí mi boca para preguntárselo, esperando romper así el hielo, pero entonces ella me agarró de la muñeca.
“Eh.” Mi voz falló como cuando intento pedir ayuda en un mal sueño. Su mano era tan grande como todo mi antebrazo y ella era tan fuerte que no podía ni moverlo.
La norn se inclinó hacia mí. “¿Por qué no nos presentamos?”, dijo con voz suave y todavía sonriendo. “Puedes empezar diciéndome de qué conoces a Tonni. Entonces, te diré qué necesito que hagas.”